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lunes, 18 de junio de 2018

Cuba y su disonancia

Por Janet Rios

La historia social cubana va más allá de lo que en el terreno de la objetividad de las políticas sociales se ha logrado, y por tanto, su arista social debe entender, que el mantenimiento de formas de desigualdad heredadas, vigentes en espacios de socialización territoriales ubican en mayoría a la población negra y mestiza en las áreas y barriadas más deprimidas y populares, mientras que el componente blanco de nuestra sociedad predomina en aquellas zonas consideradas residenciales.

La internalización de estos procesos es lo que ha incidido en el mantenimiento de este tipo de problemáticas. Una de las mejores vías para eliminar la disonancia entre lo que institucionaliza la Revolución y lo que sobrevive en las calles, y por supuesto lo racial, es el diálogo y que mejor que el cine, un medio masivo de comunicación, exponente de un lenguaje donde el actor social no tiene que sentirse directamente aludido, pero que sí permite con esa expresión de símbolos y códigos audiovisuales, la recreación de un mundo, que ha sido violentado en su realidad por la subjetividad de sus realizadores.

Se ha construido y recreado bajo el prisma de individuos ubicados en una realidad social determinada, que siempre termina condicionando de alguna manera, la obra artística. Además, de que al tener entre su objetivo final, la búsqueda de una identificación entre puesta en escena y espectador, se puede buscar un diálogo que poco a poco logre internalizar la eliminación de una representación desigual.

A partir de la década del 90 del siglo pasado, hay una incidencia de la crisis económica que visibilizó formas de supervivencia de estereotipos negativos. La nueva economía emergente del Período Especial apoyada en la propiedad mixta de corporaciones y turismo, la diversificación de las formas de propiedad y la apertura al mercado librecambista, probaron que la presencia en determinados puestos de trabajo es todavía muy asimétrica, en tanto, distribución de cargos directivos entre blancos (as) y negros (as). Esto, conjuntamente con la férrea situación económica, que llevó a la emergencia del turismo y a una imagen de Cuba, que demostró que la representación social del mestizo(a) y el negro(a) no había variado mucho, a pesar, de los esfuerzos institucionales, a lo que algunos autores han dado en llamar racismo sociológico que genera desigualdades en condiciones de apertura de nuevos espacios competitivos y la revalorización simbólica, que conjuntamente con factores objetivos y subjetivos heredados estructuralmente, nos están presentado una reevaluación de la problemática racial.

La literatura de ficción continuó haciéndose eco de la problemática interracial, sobre todo a partir de la década del 90, con algunas reflexiones acerca de las relaciones interraciales, profundizando en esa dimensión más desestimada, la parte subjetiva, manifestando casos como son la representación de la pareja compuesta por un hombre blanco, en el borde de la marginalidad que explora la sexualidad de las mujeres negras, como un escalón más en su escala de ascenso hacia lo socialmente periférico. La tipología repetida de féminas negras de explosiva lubricidad y coitos desmesurados y gigantescos. La interrogante sería entonces: ¿cuánto de estos estereotipos son sólo parte de la literatura y otros medios artísticos, o en realidad hay un reflejo de lo que en el imaginario social de la realidad de nuestro país hay?

Otra de las problemáticas que se ponen de manifiesto, ya no solo en la literatura de ficción sino en algunas aproximaciones desde el mundo científico, es la forma en que se continúan manifestando las tendencias de blanqueamiento, a través de la preferencia de muchos negros y mestizos a buscar parejas blancas, así como en general la preferencia de la mayoría de la población blanca a no privilegiar el matrimonio interracial. En estos casos la exogamia es practicada por los primeros como una forma de ascender en una escala social que les permite continuar perpetuando las tendencias de la población no blanca a no asumirse como tal.

También la perpetuación, de la práctica endogámica, tiende a ser constante sobre todo en determinados grupos que pretenden mantenerse en el mismo grupo y estatus social, sobre todo de los negros y mestizos de las clases medias hacia arriba, práctica que proviene de la República. La estructuración social que emanó de la crisis, devela un entramado subjetivo que es propio de un contexto social que mostraba la individualización que iba ocurriendo con un sujeto social, que había demostrado cierta homogeneidad. La comprensión de esta diversificación de los actores sociales en este período, es principal presupuesto para un análisis en el que se pretende caracterizar el tratamiento de las parejas interraciales en una forma de arte que logra tanta identificación con su público, y que sin dudas es una fuente, a través de la cual, se pueden obtener buenas respuestas a las interrogantes fundamentales de este estudio, sobre todo desde un medio como el cine cubano que siempre ha sido el resultado de la interacción de sus realizadores con la realidad social que le ha rodeado.